Un
infausto día de miércoles, llegó el Gobierno, sacó la tijera y recortó. Y armó
tanto ruido con el tijeretazo que un montón de gente despertó de golpe, y se
encontró con que la habían estafado una vez mas; de nuevo todo el peso de la
crisis caía sobre las personas de a pie, las que tienen nómina, las que pagan
la luz y el agua, las que tienen hipotecas. Y, desde luego, sobre los empleados
públicos. Recurso fácil y rápido, y dinero en efectivo. Confiaban sin duda nuestros
“gestores”, para que las medidas tuvieran una acogida silenciosa y resignada, en
la tradicional apatía del español medio y sobre todo en el desapego de los
trabajadores de las Administraciones hacia la sindicación y la protesta; un
colectivo atomizado y acomodado, que no vota en las elecciones sindicales y es
indiferente a la lucha de los de “la privada”.
Pero
los empleados públicos, por una vez, miraron alrededor. Y resulta que se dieron
cuenta de que son muchos, que están muy
cerca unos de otros, y que son todos la misma carne de cañón, da igual derechas
que izquierdas, ayudante operario que jefe de servicio, interino que de
carrera, laboral que funcionario; desprestigiados primero ante el resto de los
trabajadores y parados de este país, que padecen una situación cada vez mas
desesperada, y luego exprimidos como limones, en busca de dinero fácil para
entregárselo a la troika europea. Porque primero es una paga, luego vendrá la
otra, y luego los complementos, los vampiros nunca se cansan cuando huelen la
sangre, la de los demás.
Y
gracias a Internet fue muy fácil lanzar una convocatoria. Y no faltó gente
ingeniosa para diseñar una protesta eficaz y barata. Y todos salieron a la
calle vestidos de negro, a que se les viera, a protestar pacíficamente contra
el recorte de sus DERECHOS (no PRIVILEGIOS) económicos, sociales y laborales. Y
todos, policías, militares, médicos, maestros, Administración General,
Justicia… tuvieron, durante media hora, conciencia de que tienen fuerza.
Yo soy uno de ellos, de los
de a pie, y me gustó lo que vi. Pero la realidad es terca. Ahora que esto acaba
de empezar, tendremos que ser inteligentes para saber administrarlo. Actuar con
mucha prudencia, ser muy cuidadosos en las reivindicaciones para no enfrentar a
colectivos tan dispares, tener tacto en las críticas a jefes y sindicatos, y ser
muy respetuosos con otras formas legítimas de actuar que sin duda existen, será
básico para que esto tome fuerza. Y hay que ganarse a la gente. Si no nos
ganamos a la gente no vamos a ser nadie. A la gente a la que prestamos los
servicios públicos, garantizados por ley. Difícil. Todo esto requiere aguante y
paciencia, y en una situación muy dura para nosotros y nuestras familias.
“Ellos”, los malos, tienen la sartén por el mango, y van a esperar a que nos cansemos,
o a que se cansen de nosotros. Espero que esté en nuestra mano el conseguir lo
contrario.
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