“Mis ojos,
que codician cosas bellas, como mi alma anhela su salud…” (Miguel Ángel)
Los ojos del artista codician cosas bellas; el
cerebro del empresario anhela capital. El niño espera impaciente la caricia de
su padre, y el buen perro la de su amo. El amante suspira por la llegada de su
pareja, el abuelo quiere la de los nietos, el amigo la del compadre y el
enemigo la del contrario.
El rey ruega por tener súbditos, y el jefe por
tener a quien mandar. El famoso, por sus fans, y el presumido por un reflejo.
El médico y el bombero aspiran a un día sin nada,
como el perezoso, y la aspiración del derrotado es que llegue, por fin, el
final de la jornada.
Queda el deseo del animoso; queda el del fuerte.
Queda querer tener fuerza para pasar un día más, para llegar un poco mas lejos,
un poco mas allá.
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