viernes, 18 de mayo de 2012

MADRUGADA POR LO VIEJO

Ya había amanecido cuando llegó al portal, saludó a la sorprendida vecina que esperaba en la puerta y salió a la calle. No tenía prisa, así que cruzó la acera y ascendió por la calle Ildefonso Martínez, con la vieja Muralla a su derecha. Siempre le había gustado callejear por el Oviedo Antiguo a las horas en las que no había nadie; calles tranquilas, casas con solera, viejos monumentos y un ambiente casi, casi, de pueblón; la vieja capital provinciana, aquella Vetusta que se enseñaba en los colegios. 


Iba a ser un día claro, un bonito día de Mayo. "Si la vida hubiera sido distinta -pensó- igual hubiera vivido aquí. Una de esas buhardillas rehabilitadas, con balcón enrejado, y habitación que da al patio interior. Y el Fontán, y la Biblioteca cerquita, y las panaderías, y las terrazas al sol en primavera...todo a dos pasos". 

Entonces dobló la esquina de la calle Santa Ana y un viento frío le dió en la cara, entrándole también por la camisa. Se subió la cremallera de la cazadora y se encogió de hombros; todo quedaba muy lejos. Su vida era otra y también quedaba muy lejos; la casa que había dejado atrás hacía un rato no era mas que una parada en el camino. 


Suspiró; empezaba a hacerse tarde para tanto rodeo. Enfiló la Calle San Francisco, para luego tirar hacia arriba por el parque, mientras se decía: "Quién pudiera contarle esto a alguien, ahora mismo".

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